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  • Foto del escritorCheng-I V. Chen Liu

Recomendaciones para una exposición temprana a la música

Actualizado: 8 sept 2020

Hoy voy a hablar de la importancia de "criarse" entre estímulos musicales, y cómo conseguirlo en tu propio hogar.


Muchos estudios e investigadores coinciden en que la formación musical aporta muchos beneficios al niño en desarrollo (aunque no únicamente a los más jóvenes, también los adolescentes y los adultos han mostrado que su cerebro cambia y evoluciona después de haber sido estimulado con actividades relacionadas con la música como puede ser cantar, aprender solfeo o tocar un instrumento). También están de acuerdo en que cuanto antes, mejor.

En casa se puede crear un ambiente musical con mucha facilidad, sin tener que recurrir a grandes artificios. ¡Lo único que hace falta es tiempo y ganas! Todos tenemos alguna pandereta, algún silbato, un teclado o guitarra de juguete, algunas maracas (si no, también las puedes hacer y serán más especiales todavía. Aquí tienes ejemplos de cómo hacer instrumentos musicales caseros, ¿qué tal si construyes vuestra propia guitarra? También podemos encontrar inspiración en Pinterest).

Sería ideal tener un espacio reservado, algo así como un "rincón de la música". Además, puede ser útil contar con materiales complementarios para dar variedad a nuestras sesiones (un micrófono de juguete, algún elemento decorativo que nos permita ponernos en situación, atrezzo si nos gusta escenografiar nuestras pequeñas actuaciones domésticas como pañuelos, plumas, sombreros o gorros de distintas clases...). ¡Creatividad al poder!


Con los más pequeños (0-2 aproximadamente) las melodías infantiles son el recurso ideal, pero no el único (sus mentes, abiertas y sin prejuicios, aceptan igual de bien la canción de "Estrellita" que una pieza de jazz o pop-rock o música indie, country, música vocal que sinfónica, una banda sonora, un canto gregoriano... ¡parece que todo lo que sea "ruido" les encanta). De forma activa pueden cantar, tararear, palmear, bailar, golpear una cacerola vieja, una pandereta o dos palos del parque, soplar por un silbato... en fin, un amplio abanico de comunicación se abre ante el pequeñín. Lo mejor es poder destinar, de manera regular (cada día, o unos días a la semana) a actividades musicales: escuchar canciones nuevas, cantar y bailar, cantar y palmear, inventarte la letra (y adaptarla a vuestra situación)... Puede, o no, coincidir con el momento baño por ejemplo. O los fines de semana, después de desayunar... Son solamente algunas sugerencias, cada familia ha de encontrar la fórmula que le vaya mejor.


Fuera del hogar, si es posible, acude a alguna clase grupal, llévalo a algún playgroup... (hablo de Madrid concretamente, porque de otras ciudades españolas no estoy al corriente). Hay también conciertos pensados para los más pequeños de la casa, ¡es cuestión de informarse!

A partir de los 2 y medio o 3 años (dependiendo de la personalidad del niño y del interés de los adultos responsables de él) se puede empezar a tener una formación más sistemática. Con mucha paciencia y amor, se les puede ir guiando, a través del juego y la exploración, hasta que son capaces de tocar algunas melodías sencillas en algún instrumento.

Si se decide posponer el inicio a la formación instrumental, lo ideal es seguir estimulando con cantos, rimas, juegos rítmicos, improvisaciones melódicas, poemas y poesías, etc. Todo aporta su granito de arena.


La horquilla que hay entre los 3-4 años hasta los 7 aproximadamente es una etapa en la que las criaturas son "esponjas" (esta expresión no deja de ser, por popular, tan real como la vida misma). La curiosidad permite que se sientan atraídos por casi cualquier actividad que se les ofrezca. Solo hay que conseguir mantener ese atractivo para ellos.


Aquí entra lo más complicado del aprendizaje de música en edades muy tempranas: igual de fácil es que les atraiga un instrumento musical, como que se les "pase" y quieran cambiar (no solamente) de instrumento sino (también) de actividad (por ejemplo, de repente piden apuntarse a un deporte). Forma parte de su idiosincrasia: "picotear" de aquí y de allá, probarlo todo (que, por supuesto, está bien porque así pueden ir creando criterio) pero hay que ser realista: no se puede tener todo (hay unos límites, normalmente marcados sobre todo por la cuestión económica), y hay que aprender a recorrer un camino con todo lo que eso supone (esfuerzo, insistencia, resiliencia, paciencia... en inglés me encanta la expresión "build character" que viene a ser algo así como "construir el carácter" del futuro adulto). Si se prueba de todo pero no se profundiza en nada, nunca se llega a desarrollar el potencial de alguna capacidad pero lo peor no es eso: lo peor es que tampoco se beneficia uno de todo lo que aporta las fases avanzadas de cualquier disciplina.


Mi recomendación (basada en mi propia experiencia de madre, y profesora desde hace 20 años) es que encontremos un equilibrio entre la variedad de estímulos (artísticos, culturales, deportivos, más o menos intelectuales... etc.) y la mejora en algunos de ellos para que tengan algo en lo que "son buenos" (esto fomenta la seguridad y autoestima, evitando futuros problemas de aceptación de sí mismo y de relación para con los demás). Por supuesto, también hay que contar (y mucho) con el interés de los pequeños y sus preferencias. Se pueden respetar, al igual que si un niño toma lentejas, judías y garbanzos, puede pasar sin guisantes que le hacen menos gracia, porque opciones hay: si se prueba con el piano, pero después de 6 meses no acaba de convencerle (y se están siguiendo los consejos de los profesores), se puede probar con la guitarra o la flauta... Al igual que puede que se les apunte un par de años a fútbol y más adelante se cambie a natación o baloncesto.


¿Por qué puede pasar eso, de que ya no les haga ilusión seguir con clases de música? La razón es porque NO es sencillo ni "aprender a tocar" ni "tocar" un instrumento, pero es nuestra labor como padres y profesores hacerlo atractivo al mismo tiempo que formativo. Por decirlo de otra forma: lo que necesitamos que vayan aprendiendo a hacer se puede enseñar de forma divertida, que ellos casi no se den cuenta de que es un contenido "académico".

Esta es la parte más delicada de la formación musical en edades tempranas: que corre a nuestro cargo (los adultos que les rodeamos) el éxito o fracaso de esta misión.

A partir de los 7-8 años es un enfoque totalmente diferente. Aunque estemos hablando de los mismo, son perfiles tan diferentes, que lo que es válido para los más renacuajos de la casa, no necesariamente funcionará con los niños más "mayores".

¡Espero que te haya servido para entender un poco más sobre la enseñanza y aprendizaje de música! Si tienes dudas, pregunta e intentaré responderte.

Gracias por leerlo.

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